Catarsis (del griego κάθαρσις kátharsis,
purificación) es una palabra descrita en la definición de tragedia en la
Poética de Aristóteles como purificación emocional, corporal, mental y
religiosa. Mediante la experiencia de la compasión y el miedo (eleos y phobos),
los espectadores de la tragedia experimentarían la purificación del alma de
esas pasiones.
Según Aristóteles, la catarsis es la
facultad de la tragedia de redimir (o "purificar") al espectador de
sus propias bajas pasiones, al verlas proyectadas en los personajes de la obra,
y al permitirle ver el castigo merecido e inevitable de éstas; pero sin
experimentar dicho castigo él mismo. Al involucrarse en la trama, la audiencia
puede experimentar dichas pasiones junto con los personajes, pero sin temor a
sufrir sus verdaderos efectos. De modo que, después de presenciar la obra
teatral, se entenderá mejor a sí mismo, y no repetirá la cadena de decisiones
que llevaron a los personajes a su fatídico final.
En las tragedias clásicas, el motivo principal del infortunio es casi
siempre la hybris, o el orgullo desmedido que hace a los mortales creerse
superiores a los dioses, o que no los necesitan ni les deben honores. Dicho
hybris es considerado como el más grave de los defectos, y la causa fundamental
de todos los infortunios. De este modo la tragedia también alecciona y enseña
al espectador respecto a los valores de la religión clásica. La catarsis es,
pues, el medio por el cual los espectadores pueden evitar caer en dicho hybris.
La Catarsis Digital
Aristóteles pues, bautizo a la experiencia visual recibida por los espectadores en los
teatros griegos con temáticas trágicas y su influencia purificadora sobre sus “problemas
“ psíquicos, con la palabra Catarsis.
Es decir, el hecho de ver representadas sus “impurezas” en terceras personas y sus
consecuencias, permitía al espectador purificar sus almas. Esto en teoría debía
funcionar, esta acción- reacción, era plausible y por ello Aristóteles la plasmo
en sus teorías.
A día de hoy, las representaciones públicas siguen existiendo,
es más, las hemos ampliado extraordinariamente con la llegada de la Televisión,
el Cine e Internet. La cantidad de información que recibimos en relación a la “tragedia
humana”, supera en forma y manera astronómica a la que recibieran los griegos.
¿Entonces, porqué a nosotros no nos funciona?
¿Que se ha perdido en el camino, que a pesar de ver y con
las nuevas tecnologías, casi vivir y poder revivir todas y cada una de esas
posibles situaciones trágico- traumáticas, no nos afectan en absoluto?.
¿No nos creemos nada de lo que vemos y lo consideramos todo
irreal?
El hecho de que en esas representaciones, muchísimas veces
venza el Malo, o que sus acciones no reciban castigo alguno o incluso sean premiadas,
hacen que continuamente nos identifiquemos con el personaje que representa
nuestras impurezas y lejos de censurarlo a él y a nosotros mismos, nos vanagloriemos
de ese comportamiento.
Quizás la perdida generalizada de la Fe en los Dioses, cada
uno los suyos, ese “hybris” que decían los griegos, e incluso la perdida
generalizada de la Fe en el Hombre, para ser sustituidos por la idolatría egocéntrica,
ese “Yo” soy lo más importante y todo está permitido para colmar mis deseos. Quizás
todo ello es lo que nos ha llevado a una inmunidad moral.
La catarsis se ha convertido en un anacronismo (curiosamente
también palabra griega), y ha sido sustituida por la Catarsis Digital, que es
su antagónico. La misma acción pero con resultados absolutamente contrarios.
Dice el Sr. Antonio Simancas que la locura hacer algo repetidamente
esperando resultados diferentes.
Pues, o Aristóteles se equivoco al definir la catarsis, o la
era digital la ha vuelto loca.
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